Summer in Cohiba Hotel Gallery

"Summer in my Garden"

Galería del Hotel Meliá Cohiba
La Habana, Cuba

15 de Diciembre de 2014

Fragmento de Rafael Acosta de Arriba, para Proyecto de Exposición Colectiva en Ontario Art Gallery, Canadá


...... La obra de Villanueva ha experimentado aceleradas transformaciones hacia una madurez que ahora comienza a manifestarse con evidencia. Posmoderno, entonces, debe ser la palabra clave en su obra actual, pues tal y como lo manifestó Frederic Jameson, la tendencia a que sean nuestras representaciones de las cosas lo que nos entusiasma más que las cosas mismas, tiene que ver con su quehacer artístico. Una subjetividad capaz de invadir y reformular la imagen desde la siquis, el impacto tecnológico, el collage o pastiche, desde el gesto desenfadado y la polémica relación entre lo bello y lo sórdido, o lo que es lo mismo, la mutación posmoderna

La transitoriedad y la fugacidad de las flores de un jardín (que no es precisamente el jardín de Epicuro), su dinamismo vital, y el escenario impoluto y estable en que el artista coloca sus plantas, tienen mucho que ver con la visión de Jurgen Habermas, otro de los profetas de la posmodernidad. Lo instantáneo, lo fugaz y lo perentorio plasmado en cuadros de inmaculada técnica, herederos de figuraciones anteriores que se debatieron entre un concepto y un saber hacer.

Como dice el reconocido escritor cubano Alberto Garrrandés sobre la obra actual del artista: "Los bulbos-flores de Villanueva crecen, jubilosos, en un territorio mental, vecino del que observamos en ciertos cuadros de Anselm Kiefer, utopista y metafísico cuando se acerca al monocromo e inserta figuras y signos próximos a lo cabalístico".[1]

Y es que ese misticismo o metalenguaje plástico al que nos enfrentamos ante los cuadros del artista, brotó de profundos períodos de observación de la historia del arte, vista esta como secuencialidad de imágenes, no de nombres o periodizaciones inútiles; pues la inmersión en el propio Yo del artista nos desplaza hacia la meditación más que a esgrimir una figuración otra del espectro pictórico abordado.

La poética de Villanueva se ha perfilado y decantado hacia un minimalismo en el que la disputa entre lo racional y la sensualidad, entre saber y sensibilidad, encuentran un equilibrio inestable pero

visible. Estos Jardines nos muestran una de las sensaciones más turbadoras para el degustador del buen arte, la de la difícil identidad de las cosas consigo mismas. En su aséptica formulación estos jardines nos hacen pensar, una suerte de meditación que se vincula al destino de la cultura de la mirada humana en la llamada Era Digital, en la que, sin mucha alharaca, silenciosamente, se está produciendo una radical transformación de la misma.

La narratividad de estos cuadros no está en las "formas" de las plantas y las flores sino en el concepto de diseño que les dio vida. Son formas abiertas (fragmentan un espacio) y a la vez cerradas, o mejor, encerradas en sí mismas. El antes o el después de los jardines no importan, nos detenemos ante ellos y nos hacen pensar, esa es su fuerza. Metáfora de un presente que nos invade y nos crea señuelos de cuantos mitos ha inventado el hombre, el progreso el último de ellos. Por eso estos cuadros nos llevan a la conclusión de que lo posmoderno puede ser también, como expresó Octavio Paz, la modernidad más antigua. El mito fundacional, el jardín bíblico, siempre se nos aparecerá en alguna de sus formas por cuanto sabemos que una vez fuimos expulsados de sus predios (hasta hoy). El artista nos recuerda desde la inefble belleza tal circunstancia.